En el equipo económico están reacios a tomar la decisión pero reconocen los riesgos de mantenerla sin cambios en un contexto de alta inestabilidad y expectativas desfavorables en el índice de precios. La tasa de referencia se elevaría del 75% al 80 por ciento.
El dato de 6,6% para la inflación de febrero instaló un intenso debate entre los funcionarios de Economía y el Banco Central respecto de la viabilidad de aplicar una nueva suba a la tasa de interés. El tema se terminará de resolver en la habitual reunión de directorio de los jueves de la autoridad monetaria, en la que podría decidirse una suba de 5 puntos porcentuales, según admitieron fuentes oficiales.
Ese incremento llevaría la tasa de política monetaria de 75% anual a 80%, lo que implicaría una tasa efectiva anual de 117%, versus 107,5% actual lo cual, según los funcionarios, sería una suba acorde con el nivel de inflación reflejado por las estadísticas del INDEC.
En ese caso, el objetivo apuntaría a reforzar la contracción monetaria para mantener la estabilidad de las cotizaciones libres del dólar y evitar mayor presión sobre la brecha cambiaria. Eso en el contexto de presión por parte del Fondo Monetario no sólo de sostener tasas reales positivas sino también de una exigencia de menor intervención oficial en los dólares paralelos dada la escasez de reservas. Sería, además, la señal que el mercado da por descontada aun cuando empiezan a llegar advertencias respecto de los costos que ahora implica subir la tasa.
Precisamente son los daños colaterales de la suba los que hacen dudar al ministro de Economía, Sergio Massa, y al titular del Banco Central, Miguel Pesce, ambos reacios a tomar la decisión. En principio, el alza de 500 puntos básicos encarecería de manera inmediata la voluminosa deuda del propio Banco Central en pases y Leliqs, una bola de nieve que amenaza con volverse imparable. Por el otro lado, obligaría al Tesoro a subir aún más la tasa en sus operaciones de financiamiento, lo que probablemente ocurra de todos modos dada la aceleración inflacionaria.
El debate es profundo. El escenario actual sobre el que debe decidir una suba el BCRA difiere mucho del de julio del año pasado, cuando el nivel de tasas negativas que se arrastraba de los años anteriores durante la gestión del ex ministro de Economía, Martín Guzmán, dejaba mucho espacio para la agresiva corrección de tasas que se implementó hasta septiembre. Ahora, el nivel de tasas ya es elevado y genera un alto costo para el Central en términos de pago de intereses de su propia deuda. Un nuevo incremento agrava el problema.
Con todo, tras dos registros seguidos con inflación en alza y expectativas de una nueva suba en marzo, no se les escapa a los funcionarios del equipo económico que volver a un escenario de tasas negativas, aun cuando el retroceso sea leve, en las puertas de la campaña electoral puede ser por demás riesgoso. Una suba de la tasa permite seguir dando aire a las apuestas al carry trade (aprovechar la tasa en pesos para cerrar una ganancia en dólares) para descomprimir cualquier presión dolarizadora que pudiera desatarse en un contexto de alta inestabilidad doméstica e internacional.
Sin embargo, parte los análisis que hacen en el equipo económico indican que “si no fuera por la carne”, la inflación de febrero se hubiera ubicado por debajo del 6% del mes anterior. De la aceleración de 2,3 puntos porcentuales de la inflación núcleo -que se ubicó en 7,7% en febrero-, 2 puntos son atribuibles al salto en el precio de la carne, advierten. Con ese dato en foco, afirman que tal vez no sea imprescindible una suba de tasa.
Remarcaron, también, que el directorio nunca tomó la decisión de subir la tasa en base a un sólo registro, con lo que insinuaron que, al igual que el mes pasado, tal vez decidan dilatar un mes más la decisión, después de que se conozca el dato de marzo.