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EL PODER ESTÁ EN EL CONOCIMIENTO POR NICOLAS MARCHIORI

En la inminente vuelta a clases, la educación sobresale como uno de los pilares del misionerismo. Con gran claridad, se observa la influencia de la visión política y estratégica que se fue plasmando a través de diferentes hitos que van desde la creación del Parque del Conocimiento hasta llegar a Silicon Misiones, el corolario perfecto en donde se materializa la concepción de una provincia startup. De esta forma, la educación disruptiva misionera se ha transformado en un modelo de exportación, admirado por el resto del país y la región. Cuando se propuso realizar una «genealogía de las relaciones de poder», el máximo exponente de la corriente post estructuralista Michel Foucault estudió los distintos tipos de sociedades como configuraciones históricas, momentos dinámicos en los cuales rigen determinados dispositivos de poder y ciertas formas de saber. Esas combinaciones de poder y

saber son los contextos en los cuales vivimos, hablamos y pensamos; por un lado, nos constituyen, pero, por otro lado, nosotros también los constituimos permanentemente.

La concepción foucaultiana sostiene que las relaciones de poder son vectores productivos que todo lo atraviesan, en lucha constante contra otras fuerzas sociales que también están tratando de imponerse y que proponen cambios. La palabra cambio podría sonar seductora, pero la pregunta es: ¿todo cambio es positivo?, los vaivenes de la historia parecen responder con contundencia. Basta con analizar la historia argentina reciente.

La articulación entre poderes y saberes genera diversas tácticas políticas, frutos de una alimentación mutua que jamás cesa, porque no podría haber relaciones de poder sin la constitución paralela de un determinado campo de saber. Los reacomodamientos delimitan los conocimientos que se consideran válidos en cada momento histórico. Reacomodamientos cada vez más constantes derivados de una sociedad dinámica y compleja atravesada por una modernidad líquida en donde la incertidumbre y el caos permanente marcan el pulso del tiempo.

En las sociedades dinámicas que vivimos, el conocimiento y el aprendizaje pueden ser visto como términos estrechamente relacionados: el conocimiento como variable de stock y el aprendizaje como variable de flujo. En un momento dado, un individuo posee un stock de conocimiento que está cambiando constantemente mediante un proceso de aprendizaje.

Ahora bien, si consideramos que el conocimiento es poder, el aprendizaje es la clave de éste. Este planteamiento refuerza la tendencia actual de fomentar el aprendizaje individual y el organizacional como impulsores de los cambios que las sociedades necesitan.

Las sociedades que asumen activamente la práctica del aprendizaje permanente, se asocian a lo que se denominan “organizaciones inteligentes”; es decir, aquellas con capacidad organizada para tomar decisiones innovadoras sobre problemas emergentes, con una mínima utilización de recursos como el tiempo, la información, el conocimiento, lo que impacta fuertemente en cuestiones financieras y humanas. La creación de una sociedad que aprende es un proceso de cambio a largo plazo debido a que se intenta aprender a mejorar la capacidad de crear y de reemplazar continuamente normas operativas disfuncionales por otras que aporten más productividad y competitividad

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