El doctor Joseph Maroon explica cómo la alimentación, el ejercicio físico y el entorno socioambiental influyen en la genética individual y pueden retrasar el envejecimiento.
Como sociedad, en los últimos 200 años hemos mejorado drásticamente nuestra expectativa de vida a través de una fuente más estable de alimentos y el acceso a las vacunas, los medicamentos antiinfecciosos y otros tratamientos médicos de avanzada. Como resultado, muchas personas en el mundo vivirán hasta pasados los 70 años y principios de los 80 gozando de buena salud.
Cada momento de cada día el cuerpo se está reconstruyendo para sobrevivir y así aumentar nuestra longevidad. Esto se hace diariamente a través de miles de millones de divisiones celulares. De hecho, alrededor del 1% de nuestras células se renuevan cada día.
La práctica regular de ejercicio físico, qué alimentos elegimos para llevar a nuestro plato y a qué tipo de entorno estamos expuestos, tiene una influencia directa en si las cualidades que prolongan o limitan la vida se activan en cada célula que se crea. En ese sentido, nuestras elecciones tienen la capacidad de fortalecer o dañar este proceso biológico que, en última instancia, afecta nuestra “vida útil”.La regla 30/70 de la activación epigenética Se creía que el efecto de la actividad física, la calidad y cantidad de alimentos y las exposiciones ambientales funcionaban generalmente en sistemas de órganos específicos de nuestro cuerpo o en el protoplasma celular proporcionando fuentes de energía o toxinas para eliminar. En los últimos años, la investigación demostró que los efectos de estas fuentes externas son mucho más profundos, en el núcleo celular de nuestros genes.
Lo que a menudo nos han dicho y muchos creen es que nuestro destino o longevidad está inexorablemente ligado a nuestros padres. Si los padres de una persona fallecieron a los 60 años, a medida que se acerca a esa edad, emerge una ansiedad natural de que también ha alcanzado su “límite de tiempo genético” y más allá de esto está en “tiempo prestado”. Esta aprensión puede empeorar si ciertas enfermedades, como un ataque cardíaco o un derrame cerebral, fueron la causa de la muerte de sus padres.
Si no podemos escapar de los genes de nuestros padres para la enfermedad cardíaca, se nos dice habitualmente, ¿por qué intentar vivir una vida más sana? Pero, ¿qué pasaría si le dijeran que, en la mayoría de las personas, el código genético solo representa el 30% de su longevidad o expectativa de vida y que hasta el 70% está bajo su control? Este hecho, “la regla del 30/70″, requiere la comprensión de todo un nuevo campo de la ciencia que ahora comienza a explicar cómo el ejercicio, la alimentación y el entorno social y ambiental ejercen influencia a nivel celular. Nuestro código genético en un sentido positivo (mayor salud y longevidad) o negativo (mala salud y muerte prematura) está más vinculado a factores en los que podemos influir que a los heredados de nuestros padres.
Este hallazgo se vincula con el famoso descubrimiento de los científicos James Watson y Francis Crick en 1953, el ADN. El ácido desoxirribonucleico forma la estructura básica de doble hélice que puede contener la complejidad de la vida en solo 23 pares de cromosomas alojados en el núcleo de cada célula del cuerpo humano.
Al construir cualquier estructura, en el caso de una célula humana quizás una proteína, el modelo de ADN es principalmente una estructura pasiva. Requiere otras estructuras celulares y moléculas llamadas factores de transcripción para leer el plano del ADN y luego, a su vez, construir los componentes básicos de las proteínas, los aminoácidos, en su configuración adecuada. Estas otras estructuras, que hacen la construcción real, pueden verse influenciadas para leer solo ciertas secciones del modelo de ADN o incluso para leer mal y colocar juntas las secciones incorrectas de las proteínas.
La complejidad de la lectura de los planos del ADN y aquellos factores que pueden influir en esa lectura es la nueva ciencia de la epigenética. Gracias a esta disciplina, ahora podemos explorar y comprender cómo factores como el ejercicio, la dieta, el medio ambiente y las emociones pueden tener efectos profundos en nuestra salud y en la esperanza de vida.
Por lo tanto, el modelo de ADN, tal como lo proporcionaron nuestros padres y todos nuestros ancestros lejanos desde los comienzos de la vida en la tierra, puede existir y, sin embargo, no todos los aspectos de ese código genético se expresarán necesariamente debido a las acciones de los factores epigenéticos.
Una de las mejores formas de explicar este concepto es con el ejemplo de un descubrimiento de los científicos Lenny Guarente del MIT y David Sinclair de la Escuela de Medicina de Harvard. A fines de la década de 1990, usando células de levadura, descubrieron que al estresar estas células con menos azúcar de la que normalmente consumían (restricción calórica), vivían hasta un 60% más que las células típicas. Este descubrimiento no era nuevo en sí mismo, pero lo que sucedió a continuación sí lo fue.
Guarente y Sinclair descubrieron que había una enzima proteica llamada Sir2 (regulación de información silenciosa 2), conocidas como Sirtuinas, que, una vez activadas, hacían que su estructura de ADN se “enrollara” más y permitiera una división celular más eficiente. Lo que hizo el estrés por restricción calórica, a través de la acción de la sirtuina, fue leer solo la sección del código del modelo de ADN que produce proteínas estabilizadoras de ADN adicionales, que finalmente permitieron que la levadura viviera más tiempo.
Desde este descubrimiento, se ha descubierto que todos los animales, incluidos los humanos, poseen estos activadores de sirtuinas. Entonces, ahora sabemos que muchos factores nutricionales, de actividad física y ambientales pueden actuar sobre el ADN, de la misma manera epigenética, para producir acciones muy saludables y que prolongan la vida.
Guarente y Sinclair los llamaron “genes de supervivencia”, lo que describe la ocurrencia única que se asocia con el estrés por restricción calórica y su efecto metabólico de prolongación de la vida.
La función de las sirtuinas para mejorar la división celular puede tener un profundo impacto en el cáncer y la longevidad al preservar las estructuras celulares. Ciertos factores nutricionales, de actividad y ambientales pueden actuar sobre otras vías epigenéticas para producir vías muy saludables que también pueden conducir a una vida prolongada. Por lo tanto, las elecciones son nuestras.
Otro descubrimiento relacionado con la activación y los beneficios para la salud de las Sirtuinas también fue descubierto por Sinclair y otra investigadora, la científica Marie Lagouge, en Francia. En 2006 encontraron que una molécula, el resveratrol —de la piel de las uvas de piel oscura y otras fuentes naturales— también podría activar las sirtuinas a través de la vía epigenética y duplicar los beneficios observados con las restricciones calóricas al activar también los genes de supervivencia.